La canoa tallada en una sola pieza de tronco se descubrió casualmente en diciembre de 1995 en las aguas del lago Lanalhue. Mide aproximadamente 5 metros de largo y 80 centímetros de ancho y, al momento de su extracción, se encontraba en evidente estado de deterioro.
Para evitar un secado que afectara su conservación, se dejó sumergida y amarrada al muelle hasta su traslado al Museo en marzo de 1996.
En conjunto con el Centro Nacional de Conservación y Restauración se definió un plan que contempló su rescate, la construcción de un estanque techado en la institución y un estudio técnico de sus características y adecuada mantención.
En la concepción del territorio mapuche, el agua ocupa un lugar central. En términos simbólicos se entiende como génesis y renacimiento de la humanidad, fuente de purificación y restablecimiento de equilibrios cósmicos. En un sentido práctico, configura redes y circuitos de comunicación entre distintas comunidades. A esta última dimensión alude el testimonio del lonko del valle de Cayacupil, Juan Viluñir:
"[El wampo] fue la primera inteligencia que hubo para poder movilizarse en el agua. Yo recuerdo que (…) donde vivíamos, cerca del lago Huillinco, había una lancha de éstas que trasladaba a la gente (…) Entonces era la forma de poder cruzar" (panel museográfico 2007).