En conjunto con el Centro Nacional de Conservación y Restauración y en coordinación con entidades municipales y carabineros, a tres meses de su hallazgo la canoa se llevó al Museo cubierta de una espuma plástica para conservar su humedad y evitar la deshidratación de la madera.
Una vez en la institución, se introdujo en la piscina y se limpiaron los sedimentos adheridos para evitar la proliferación de algas y microorganismos. Luego se construyó un techo sobre el estanque para minimizar la presencia de luz y, debido a que tendía a flotar, se colocaron pesos muertos en la proa y popa.
Especialistas del Departamento de Conservación del Instituto Nara de Japón aplicaron polietilenglicol en la estructura, compuesto químico que reemplaza el agua en la madera y evita que ésta se contraiga al salir de un medio acuoso.
El proceso de intervención finalizó en 2001, pero el wampo se mantuvo un tiempo más en el depósito techado, hasta que en 2007 se integró a la muestra permanente en la sala Nometulafken o El viaje de búsqueda.